A 25 AÑOS DE SU EDICIÓN
Bocanada cumple 25 años. Sí, un cuarto de siglo para el disco de Gustavo Cerati que dividió aguas como ningún otro en su obra.
La recepción de «Bocanada» fue extraordinaria. En Argentina, alcanzó el estatus de Disco de Platino y ganó dos Premios Gardel como Mejor Artista de Rock y Mejor Portada. Este álbum de 15 temas marcó el comienzo de un ciclo solista que continuaría con otros tres discos de estudio
Nocturno, sugerente y aterciopelado, fue el primero del músico después de la separación de Soda Stereo y el segundo de su faena solista después de Amor amarillo (1993). Pero si este último era un recreo cancionero y levemente experimental ante el frenesí de la banda rock & pop más paquidérmica de toda Latinoamérica, Bocanada apareció para avisar que Cerati, confirmado como solista tras la separación de Soda, no le temería a la experimentación y se desentendería de cualquier demanda que haya bullido allá afuera.
“Creo que significó muchísimo más de lo que se vio”, dice Eduardo Capilla, el artista plástico y director de cine que, como amigo de Cerati, vivió de cerca todo el proceso que desembocó en Bocanada. “Fue como un gran salto que preparó y maduró muchas veces, pero que llegada la hora, después del cierre de Soda y la separación de su manager (Daniel Kon), marcó un conjunto de incertidumbres que se sumaron a la de proponer un estilo diferente en lo musical, el riesgo de hacer lo que le gustaba, como siempre, pero desconociendo cómo lo recibiría su público”.
Dos de los temas «Bocanada» fueron éxitos inmediatos: la cadenciosa “Puente” y su gracias por venir (hipervínculo directo con gracias totales pronunciado en River dos años antes, el primer guiño a los nostálgicos de la banda que recién se dejaba atrás) y la elegancia zigzagueante de “Paseo inmoral” gustaron apenas vieron la luz. La discográfica eligió como primer corte de difusión fue “Raíz”, pero también había grandes canciones como “Tabú”, “Engaña”, la hipnótica balada que le da nombre al disco o la bailable canción titulada “Río Babel”. Estaba también “Verbo carne”, una pieza maestra en modo balada que contó con los arreglos sinfónicos grabados en nada más y nada menos que en Abbey Road por la London Session Orchestra.