40 AÑOS DEL DISCO QUE CAMBIO AL ROCK ARGENTINO
Hace 40 años (exactamente fue publicado el 23 de marzo de 1985 por el sello CBS Records) se lanzó “Divididos por la felicidad”, el disco de Sumo que pronto se encontraría en el top ten de la revista Rolling Stone.
El álbum se presentó los días 11 y 12 de mayo de 1985, en el teatro Astros y no pocos estudiosos consideran que con este disco la banda se lanzó al estrellato y salió del circuito under como bares y pubs.
En su primer álbum oficial, Sumo inoculó en el rock argentino la corriente más transgresora del post-punk: reggae, canciones de dos tonos, climas extraños y sátiras en clave disco.
El primer álbum oficial de Sumo también incorporaba en el rock argentino la influencia del reggae tocado con autoridad y un conocimiento profundo del género, que Luca había absorbido de primera mano escuchando en vivo a Bob Marley (estuvo en 1975 en el recital del Teatro Lyceum donde se grabó el disco Live) y estudiando los singles que vendía como empleado de una de las sucursales de la cadena Virgin en Londres. Esa pasión por el reggae fue la que después le transmitió a Diego Arnedo, Alberto “Superman” Troglio y Tito “Fargo” D´Aviero, con quienes de forma paralela a Sumo integró la Hurlingham Reggae Band. En una época en la que no había grupos locales que cultivaran el reggae (excepto, quizás, Alphonso S’entrega), la incursión de Luca en el género fue clave para que el productor Walter Fresco convenciera a CBS de contratar a Sumo. Inicialmente Fresco había sido atraído por los temas de la HRB, pero Pettinato y compañía lo persuadieron de que canciones como “Kaya” y “El reggae de paz y amor” podían pasar a integrar el repertorio de Sumo para fortalecer –al menos ante la mirada de los ejecutivos del sello– el lado más “accesible” del repertorio de la banda.
Su impacto fue inmediato porque Sumo sonaba muy diferente a la mayoría de las bandas de rock del momento y su performance escénica era poderosa y atractiva, pero además resultó una suerte de asidero para la generación post Malvinas, cuando ya las promesas de un mundo mejor de la democracia argentina comenzaba a hacer ruido por todas partes. La irreverencia de Luca Prodan era palpable no solo in situ, sino en la interpretación prepotente de los temas en un contexto de climas densos en los que sobresalía su actitud combativa.
La rítmica root de Divididos por la felicidad corre pareja con el dub y el ska envuelta siempre en un contexto tribal post punk que vuelve a los temas difíciles de encasillar y los sitúa en un vanguardismo que haría escuela en muchas bandas posteriores. Fue un disco con un despliegue rítmico versátil, dotado de una asombrosa vitalidad y con una imaginación desbordante para convertirse, de un tema a otro, en algo en permanente mutación, porque, claro, nada más lejos que alcanzar alguna perfección para ese pelado decidido a ocupar un lugar como un artista único en los dorados ochenta.